Ya hemos recorrido unos días del año 2021, un año que empieza con esperanza después de un 2020 tan terrible. El año que hemos dejado ha sido uno de los más difíciles desde que tenemos uso de razón, por la gran pérdida de vidas y por el vuelco que ha dado nuestras rutinas diarias con los confinamientos. Pero, ¿ha sido todo tan malo en 2020? Para la especie humana, sin duda la respuesta es afirmativa, pero para nuestro planeta ha sido un soplo de aire fresco, un paréntesis entre tanta contaminación y masificación, que ha permitido que algunos lugares se hayan congelado en el tiempo o incluso hayan vuelto a ser como eran hace sesenta o setenta años. El Masai Mara es uno de ellos. Cuando lo pisamos por primera vez el pasado agosto, era territorio inexplorado desde hacía meses. Así, sin duda, para mí el Masai Mara se convirtió en el secreto mejor guardado de un año extraordinario.

 

Los primeros en pisar tierra masai

 

Cuando Kenia abrió fronteras con España a principios de agosto, no nos lo pensamos dos veces y cogimos el primer vuelo que nos llevaba a ese paraíso natural. Teníamos muchas ganas de coger aire después de tantos meses de confinamiento. Los trámites fueron muy sencillos y la situación era (y es) segura. De hecho, en 2020 hicimos hasta cuatro safaris sin ningún problema.

Creo que fuimos los primeros que viajamos desde España para pisar suelo masai desde el inicio de la pandemia. No nos encontramos con más viajeros procedentes de España hasta finales de agosto. Cuando llegamos, nuestros amigos nos recibieron con los brazos abiertos. Nunca podremos agradecer lo suficiente el cariño de Cheetah Tented Camp y también poder reencontrarnos con nuestro amigo Kaelo, al que echábamos mucho de menos desde que le vimos por última vez el año anterior.

Kaelo fue clave para movernos por el Masai Mara en los primeros días de agosto. Él lleva 40 años trabajando como ranger en la reserva y se conoce cada árbol, cada riachuelo y cada arbusto. Eso fue esencial para movernos por la reserva porque, tras tantos meses sin viajeros, la mayoría de pistas habían desaparecido. Con nuestro coche y con las indicaciones de Kaelo íbamos abriendo camino, no sin dificultades. Lentamente, pero con seguridad, fuimos redescubriendo caminos y acercándonos a la fauna del parque como se haría hace sesenta o setenta años. Fue algo indescriptible, que dudo que vuelva a ocurrir nunca más.

 

La Gran Migración más extraordinaria

 

El Masai Mara nos recibió agreste y salvaje, pero con los brazos abiertos. Nada más aterrizar nos acercamos a Kaburu, para ver si teníamos suerte y veíamos el primer cruce del año. Y así fue. El Mara nos regaló a nosotros el primer gran cruce de la temporada, con más de tres mil ñus cruzando el río, atentos a los ataques de los grandes cocodrilos. Lo mejor de todo es que pudimos presenciar este gran espectáculo de la naturaleza estando prácticamente solos, con apenas tres coches más. Esto es algo inimaginable en pleno agosto en el Masai Mara y una delicia para cualquier fotógrafo. Poder sacar fotos de un cruce con el gran angular, sin coches delante, es algo que pocas veces vaya a ocurrir.

Ese cruce fue solo el primer regalo que nos hizo el Mara a nuestra llegada. Tras ese espectáculo vimos cruces prácticamente cada día, durante más de una semana. Logramos ver los cruces más increíbles que he presenciado en mis más de 10 años en Masai Mara, especialmente en la zona de Kitchwa Tembo, cerca de Musiara. En esa zona, los taludes del río son especialmente altos y, por alguna razón u otra, los ñus se empecinan a cruzar por ahí. Los saltos que dan para llegar al agua solo son aptos para valientes. De hechos, algunos de los ñus quedan malheridos de esas caídas de más de siete u ocho metros.

El cruce más espectacular que vimos lo fue tanto por su crudeza como por su duración. ¡Estuvimos más de seis horas viendo cruzar ñus de un lado para otro! Calculamos que cruzaron más de 40.000 ñus y fueron más de seis disparando con mi cámara, con escenas inolvidables. Vimos ñus saltando por los taludes de más de siete metros, a decenas de ataques de cocodrilos haciéndose con valientes ñus que intentaban llegar a la otra orilla, a madres desesperadas que daban la vuelta y cruzaban de nuevo el río para ir a buscar a sus crías… y también a miles de ungulados salvando su vida y, finalmente, disfrutando de verdes pastos.

Se calcula que cada año perecen el mismo número de ñus que nacen en febrero, aproximadamente unos 300.000 del millón y medio de la Gran Migración. Aunque es trágico, es necesario que estos ñus mueran, ya sea en el río Mara, por enfermedades o por convertirse en alimento de depredadores. De este modo se mantiene el equilibrio en la naturaleza. Si vivieran todos los ñus que hacen la Gran Migración, los pastos se agotarían en poco tiempo, los herbívoros perecerían por falta de alimento y propagación de enfermedades. A la vez, también los depredadores, que se quedarían sin presas.

Montonera de ñus en el Masai MaraNo solo esta Gran Migración fue extraordinaria por la “falta de público” y por la intensidad de los cruces, sino también por algunas escenas difíciles de olvidar. En este gran cruce de más de siete horas, hubo un momento especialmente angustiante. Tal era el número de ñus que estaban cruzando que se montó un “atasco”, donde decenas de ñus fueron incapaces de subir el talud que les tenía que llevar a la verde sabana. Entraron en pánico y se empezaron a pisar los unos a los otros, quedando atrapados. Más de 100 ñus perecieron ese día en esa montonera, en la que presenciamos momentos de desesperación de los pobres animales, incapaces de poder salir. Nos entraron unas ganas terribles de poder ayudar pero, por un lado, no teníamos recursos y, por el otro, no se debe intervenir en el curso de la sabia naturaleza. Esos más de cien ñus sirvieron de alimento durante días para muchos carroñeros como los buitres, en peligro de extinción en muchas partes del planeta.

 

Elefantes por doquier

 

Tal y como vinieron los ñus, se fueron. Es decir, del mismo modo que los ñus empezaron a cruzar de golpe el río y durante varios días, los cruces también se cortaron de golpe. Las grandes manadas de ñus se mueven por las lluvias y estas les dictaron que los pastos eran lo suficientemente buenos en el Triángulo del Mara y en el norte del Serengeti, y ahí se quedaron. Así pues, a finales de agosto ya no vimos más ñus cerca del río, y fuimos a por otros objetivos igual de atractivos, ya que el Masai Mara nunca defrauda.

Hay un hecho claro en las sabanas: a los elefantes no les gustan los ñus. No sé si es por la cantidad de moscas que viajan con ellos, porque son ruidosos o porque arrasan con los pastos. Lo que está claro es que en cuanto desaparecieron los ñus, aparecieron elefantes por doquier. Nunca había visto tantos elefantes en Mara, especialmente en la zona de Musiara, cerca del pantano.  Era fácil ver varias manadas de veinte o treinta ejemplares, con varias crías, pastando por la zona. Fue una gozada fotografiar estos grandes portentos de la naturaleza, que por suerte en el Masai Mara están muy tranquilos ya que no hay furtivos y no tienen que temer por su vida.

 

Los grandes protagonistas: los guepardos

 

El año anterior, 2019, fue un año en el que los leones tuvieron gran protagonismo en nuestros safaris. Las camadas de los llamados Seis Hermanos fueron abundantes. En la manada de Double Crossing, por ejemplo, compartimos mucho tiempos con hasta ocho cachorros de apenas unos meses de vida. Fueron uno de los hitos más relevantes de nuestros safaris.

Pero como sabéis, los leones son territoriales. Este pasado año 2020 ha habido grandes luchas de poder en las distintas manadas del Masai Mara y han llegado machos nómadas de otras zonas. Algunos grandes leones han tenido que huir o incluso han fallecido. Los nuevos reyes de la sabana han matado a muchos cachorros. Parece duro pero lo hacen para que las leonas entren de nuevo en celo y tengan su propia descendencia. Por lo tanto, la situación era inestable en las manadas este año. Los nuevos grandes machos se estaban estableciendo todavía y no había nuevos cachorros todavía, que hacen las delicias de cualquier fotógrafo.

Así pues, a pesar de que los leones nos dieron, como siempre, grandes momentos, no era la situación de 2019 y viramos nuestro objetivo hacia otros felinos: los guepardos. Fueron los grandes protagonistas de los safaris, más allá de la extraordinaria Gran Migración.

Tano Bora cazando una cebraLos Tano Bora, Nashipai, Kisaru, Zipi y Zape e Imani se convirtieron casi en nuestra familia. Los más conocidos para los que no han estado África son los Tano Bora, la coalición de cinco guepardos más temida del Masai Mara. Olonyok, Leboo, Winta, Olarishani y el líder, Orpadan, son capaces de abatir grandes presas como topis o cebras adultas en casi cada intento de caza que lanzan. Incluso les vimos intentando hacerse con una cría de jirafa (aunque en ese caso sin éxito, ya que la madre salió enseguida en su defensa). La fuerza y estrategia casi militar de los Tano Bora son admirados por cualquiera que pisa la reserva.

Pero no hace falta ser cinco para ver grandes cacerías. También Kisaru, con sus tres cachorros adolescentes, o los jóvenes hermanos Zipi y Zape se pusieron ante nuestra cámara a gran velocidad y vimos como tumbaban gacelas de Grant o de Thomson y crías de cebra.

Además, los guepardos nos dieron escenas entrañables y familiares que este año los leones no nos han podido dar por las luchas de poder. Disfrutamos de los juegos de los dos cachorros de Nashipai en agosto, cuando apenas tenían unos dos meses. Era difícil capturar imágenes suyas porque no dejaban de corretear. Más difícil todavía fue capturar los cuatro cachorros de Imani, que en otoño se convirtieron en una de las atracciones de los pocos que estábamos en el Masai Mara. Además de disfrutar de sus juegos, admiramos la fortaleza y habilidad de su madre. Vimos a Imani cazar gacelas de Thomson, de Grant y recentales de cebra, para poder mantenerse fuerte y alimentar a sus cachorros. Y también la vimos protegerles y huir de grandes amenazas, como los babuinos o los leones.

Imani y su cachorroLa vida de los guepardos no es nada fácil. Es el felino más amenazado de África: quedan menos de 7.500 guepardos en libertad en el mundo. La pérdida de su hábitat, el comercio ilegal y el choque del hombre con la naturaleza son sus principales amenazas. A ello se suman hienas, babuinos, leopardos o leones que intentarán robar sus presas o amenazar a sus crías. De hecho, es habitual que no todos los cachorros de una camada lleguen a la edad adulta. Sabemos, por ejemplo, que desafortunadamente uno de los cachorros de Imani murió recientemente a manos de un león. Deseamos con todas nuestras fuerzas que los otros tres sigan adelante y se conviertan en leyendas de la sabana. No en vano son hijos de la valiente Imani y de los letales Tano Bora.

 

Los otros grandes protagonistas

 

Jorge y AntonioNo solo un Mara sin turistas y los animales fueron lo más relevante del parque en este pasado 2020. De hecho, haber podido pasar más de dos meses en Masai Mara no hubiera sido posible, por un lado, sin la hospitalidad de Jorge y Mariola de Cheetah Tented Camp y, por el otro, sin la valentía de los viajeros que se sumaron a esta aventura: Joan, Pedro, Álvaro, Iñigo, Josu, Asier, Susana, Xavi, Asun y Víctor. Ellos supieron ver que viajar a Masai Mara en 2020 era fácil, seguro y una oportunidad única en la vida. Espero que mi trabajo para que disfrutaran del safari estuviera la altura de lo que esperaban.

No tengo duda que 2021 será distinto. Quizá costará quitarse la pandemia de encima, pero confío en que muchos otros viajeros se sumen a estas aventuras en Masai Mara. No veo el momento de volver a subirme a nuestros 4×4 y hacer safari desde las primeras hasta las últimas mágicas luces del día.