Se le ha llamado el Rey de la Selva, aunque sería más correcto hablar del Rey de la Sabana. Actualmente quedan apenas unos 25.000 leones en África, cuando a primeros del siglo pasado, les podrías encontrar desde el Cabo de Buena Esperanza hasta el Atlas marroquí. Nuestra ambición e ignorancia  los ha llevado, como a tantas otras especies, al borde mismo la extinción.

León al atardecerAunque el león africano (Panthera leo) ya no se encuentra en muchas de las regiones donde imperó hasta hace apenas un siglo, su silueta vigorosa se sigue recortando en los en atardeceres del continente negro. Su rugido nos sigue inquietando como debió de inquietar a nuestros antepasados desde la noche de los tiempos. Con esta publicación quiero poner en valor este magnífico animal, y mostrar lo importante que es aprender de nuestros errores, para que no dejemos de escuchar para siempre, la voz de la noche africana. 

 

La importancia de los leones

 

No fue hasta finales de los años 50 cuando los biólogos empezaron a abandonar el laboratorio para estudiar a los animales en la naturaleza, y entonces surgió un nuevo mundo de complejidad. Como ejemplo, el naturalista germano-estadounidense George Schaller recorrió desde junio de 1966 149.000 km en busca de sus sujetos de estudio, en un área de aproximadamente 650 kilómetros cuadrados alrededor de la zona de Seronera (Parque Nacional del Serengeti). Pasó 2.900 horas observando a los leones.

Al mismo tiempo que Schaller, la investigadora húngara Judit Rudnai los estudiaba en el Parque Nacional de Nairobi. En su caso, su propósito era dar a las autoridades datos sobre el efecto que tenía la depredación de los leones en las poblaciones de presas. 

El entonces director de Tanapa (Parques Nacionales de Tanzania) le había pedido el mismo estudio a Schaller. Antes de la investigación, la gente suponía que la respuesta era demasiado obvia: los depredadores eran perjudiciales para las poblaciones de presas. Sin embargo, gracias a los estudios, con el tiempo se demostró lo equivocadas y destructivas que habían sido estas afirmaciones.

Los leones son de vital importancia para mantener el equilibrio en la naturaleza. Sin ellos, las poblaciones de herbívoros crecerían de forma descontrolada. A su vez, estos se comerían todos los pastos, lo que provocaría hambruna en las generaciones venideras de animales. Al mismo tiempo proliferarían las enfermedades al no ejercer los depredadores un control sobre los individuos viejos y enfermos. 

 

Descubrimientos en la anatomía de los leones

 

Gracias a las investigaciones de Schaller y Rudnai se hicieron importantes descubrimientos sobre la anatomía de los leones. Por ejemplo, ¿sabías que las filas de bigotes a ambos lados de la cara de los leones se llaman vibrisas? Cada grupo de bigotes nace de un folículo oscuro. Cada león tiene una disposición de los folículos de los bigotes distinta, y sigue siendo la misma durante toda su vida. La investigadora Judit Rudnai hizo este descubrimiento estudiando los leones en el Parque Nacional de Nairobi, ya que no podía ponerles collares de seguimiento.

Los ojos de todos los felinos están extraordinariamente adaptados para la visión nocturna. Son seis veces más sensibles a la luz que los humanos. Los felinos tienen pupilas más grandes y cristalinos en proporción con su retina (capa de células foto sensibles en la parte posterior del ojo) así como una mayor proporción de bastoncillos (las células aún más fotosensibles de la retina). Nosotros tenemos menos bastoncillos y más conos (las células que permiten mejor visión bajo la luz brillante).

Además, los felinos también tienen una capa adicional de células atrás de la retina llamada tapetum lucidun. Ésta refleja cualquier luz de vuelta a través de la retina, lo que le da una segunda oportunidad de detectarla y transmitir la información al cerebro. Por todas estas razones los leones están mejor adaptados para la visión nocturna.

Pero unos ojos tan fotosensibles plantean el problema de cómo protegerlos a plena luz del día. En nuestros gatos domésticos, podemos observar la apariencia de rendija de sus pupilas durante el día. En la oscuridad, las pupilas se ensanchan y se hacen casi circulares, lo que permite que llegue la mayor cantidad de luz a la retina. Esto lo consiguen a través de los músculos ciliares, que se entrecruzan en vez de rodear la pupila. Así, nuestros gatos se protegen de la luz brillante. Sin embargo, los grandes felinos como los leones, los leopardos y los guepardos, no tienen pupilas de rendija. Las de león solo tienen una forma ligeramente ovalada.

 

Para los leones, la noche es el día

 

El promedio de actividad y reposo de los leones es de unas 20 horas de descanso por cada cuatro de acción. Cuando descansan en la sabana lo hacen a pierna suelta, sin buscar protección alguna entre la vegetación y sin la tensión y vigilancia constante que deben mantener los demás habitantes de la sabana.

A pesar de ser tan dormilones, los leones tienen la inclinación de intimidar y acosar a todos los demás depredadores. Esa conducta es motivada por la competencia por la lucha por alimento y el territorio. No tienen ninguna piedad con sus rivales más pequeños, muestran toda la hostilidad que exhiben cuando atacan a otros leones que invaden su feudo.

En general, los leones que ocupan las zonas más frías o a mayores altitudes suelen alcanzar mayor talla que los que viven en regiones más cálidas. Además, tienen la melena más oscura. Del mismo modo, el tamaño de la melena es mayor en la sabana que en las zonas arbustivas. 

 

La importancia de la manada

 

Leonas y sus cachorrosTodos los felinos, excepto los leones, son solitarios. Los leones son los únicos felinos con un carácter claramente social. Los grupos de leones se llaman manadas. Suelen estar formados por uno o dos machos y varias hembras con sus cachorros. Por lo general las coaliciones de machos más numerosas son las que engendran más crías y dominan los mayores grupos de hembras, a veces controlando más de una manada. 

El número de hembras adultas de cada manada se mantiene asombrosamente constante, regulado por las propias hembras. Aunque muchas de las hembras jóvenes pueden permanecer en la manada en la que nacieron, hay ocasiones en la que esto significa demasiada presión para los recursos de la manada y se ven obligadas a marcharse. 

Además, llega un momento en el que la presencia de demasiados leones en un espacio pequeño se vuelve intolerable y, las jóvenes se retiran del área central. Esto ayuda a mantener lo que se llama el numerus clausus. El hecho de que las leonas tengan que abandonar voluntaria o involuntariamente la manada cuando tienen entre dos y cuatro años, podría ayudar en algún caso a evitar la endogamia.

Los grupos pequeños de leonas rara vez logran llegar a ser dueños de un territorio bien definido, aunque pueden sobrevivir varios años solas o en parejas y tríos. Estas siempre llevan una vida de refugiadas entre las manadas establecidas, viéndose constantemente forzadas a huir. Por otro lado, es raro que una manada prospere si no cuenta al menos con tres hembras adultas.

Como curiosidad, cuando una leona regresa al grupo después de dar un paseo, sus compañeras la pueden acechar de manera muy amenazadora como si no estuvieran seguras de quién es. Solo cuando ya está muy cerca y muestra seguridad en sí misma, por su actitud y comportamiento, reconociendo que ese también es su hogar, la tensión se evapora de repente para turnarse en una bienvenida y un saludo. Juguetonas, las leonas frotarán la cabeza entre sí y olerán debajo de la cola para verificar quién es quién. En ese sentido, los leones cuentan con una buena dotación de glándulas odoríferas, ubicadas en la cabeza, el mentón, las comisuras de la boca, la región anal y entre los dedos. Intercambian olores, rozándose y olfateándose, y así contribuyen a crear un lazo entre los  miembros de la manada y a crear un olor de la manada. El acicalado mutuo ayuda a retirar las garrapatas de partes del pelaje que los leones no alcanzan por sí solos, además de que contribuye a mantener los lazos entre los miembros de la manada.

Por su lado, los machos jóvenes también suelen abandonar la manada cuando tienen entre dos y cuatro años. Los hermanos, medio hermanos y primos de edad similar se van juntos (cuanto más sean mejor) y se vuelven nómadas. 

Si un joven macho tiene la mala suerte de no tener parientes machos que se unan a él cuando llegue el momento de abandonar su manada, tratará de aliarse con otro u otros machos nómadas, con los que crearán una alianza de por vida. El dominio de las coaliciones más exitosas dura de dos a seis años, otras son desbancadas unos meses después de haber cogido el poder. Lo positivo es que los nómadas representan una importante reserva de sangre nueva.

Defensores del territorio

 

Algunas manadas tienen territorios pequeños (30 km²) mientras que otros tienen el cuádruple de este tamaño. El tamaño de los territorios de los leones viene relacionado sobre todo por la abundancia o escasez de presas. En parques como en Etosha (Namibia) una manada puede llegar a ocupar un área de 2.075 km².

Las fronteras del territorio de una manada son flexibles y estacionales. El territorio se puede encoger o contraer con el paso del tiempo. Los accidentes naturales como ríos, valles o laderas definen algunos territorios, aunque esto no significa que puedan ser obstáculos que no puedan franquear, si se da el caso.

Lo más importante es el centro del territorio. La mayor preocupación de los leones machos es evitar posibles competidores que penetren en su territorio y tomen el control de sus hembras.

Y es que el sexo es una poderosa influencia en la vida de los leones: los machos tratan de aparearse con las hembras en celo de otras manadas si las encuentran desprotegidas. De manera similar, una leona aceptará a un macho extraño, pero este, de algún modo tendrá que haber burlado de la protección de los machos de esa manada.

El terreno se hereda de una generación de leonas a la siguiente. En un matriarcado perdurable los machos vienen y se van.

Para marcar las fronteras de sus territorios, los machos orinan con frecuencia en los arbustos, matas y otros puntos llamativos del terreno. La orina, mezclada con una secreción olorosa muy persistente, forma unos perfectos hitos olorosos que «los leones intrusos», dotados naturalmente de suficiente olfato, pueden percibir con toda facilidad. Incluso un ser humano puede detectar perfectamente las marcas de un terreno muy utilizado por los grandes machos. 

Además de esta invisible señalización química, los leones se sirven también de sistemas ópticos y acústicos para evitar que sus congéneres invadan sus territorios de caza. De hecho, el rugido de un león en ocasiones se puede oír a 5 kilómetros de distancia, o incluso más lejos.

Los rugidos de los machos de un territorio ocupado son perfectamente reconocibles para los miembros de la manada y no se alarman en absoluto cuando los escuchan.

Pero en  cuanto a una voz desconocida se oye dentro del territorio o demasiado cerca de sus límites, los machos dominantes se dirigen rápidamente hacia ese lugar para expulsar al invasor.

En ese sentido, además, la negra y llamativa melena de león especialmente visible en mitad de la sabana, hace que sus competidores lo puedan ver desde una distancia prudencial y evitar así confrontaciones.

Precisamente, la naturaleza pone en juego todos estos mecanismos para evitar una confrontación.  Sería desastroso para la especie que otros machos pudieran penetrar en los territorios vecinos sin darse cuenta de que están ocupados, puesto que las luchas entre leones son encarnizadas y en ocasiones acaban con la muerte de uno de los contrincantes. Por este motivo, la naturaleza ha dotado a los leones de actitudes ritualizadas, es decir, de inhibiciones que pueden paralizar en el acto el ataque del vencedor en un combate, proporcionando en ocasiones al vencido la oportunidad de salvar su vida.

Los meses de junio o julio en el Masai Mara a menudo anuncian problemas, pues grupos de jóvenes nómadas siguen la migración y a veces los encuentros se exacerban durante meses. Eso perturba los machos residentes. Si entablan combates, normalmente ocurren de noche. Si el invasor gana, los machos invasores pueden comerse incluso los cachorros después de matarlos; también, por muy extraño que parezca, una vez muertos, sus madres podrían hacer lo mismo.

Leones peleándose por una hembraParece que, durante el periodo de celo, son más frecuentes las invasiones de los territorios leoninos por parte de los machos de las parcelas vecinas, atraídos por los efluvios de la hembra.

La inmensa mayoría de leones pasa su vida entera dentro de sus territorios. Sin embargo, sobre los tres años los machos jóvenes abandonan la manada, por lo que pueden deambular, rugiendo a lo largo y ancho de más de 2.500 km² y viviendo como intrusos en territorios establecidos hasta que son expulsados por sus legítimos propietarios. Obviamente, la mayoría son machos. Las hembras errantes son aceptadas con gran amabilidad por los machos guardianes de los territorios, pero ferozmente expulsadas por las leonas (y al revés pasa lo mismo). Estas hembras okupas deben tener cuidado si se aparean con un león de la manada, ya que una pareja que está copulando se vuelve bastante localizable por sus movimientos.

También ocurre que a veces, cuando los machos dominantes ven a un león merodeando cerca de ellos, pero observan que no supone ninguna amenaza, lo dejan deambular por su territorio. Esto suele pasar con los machos viejos que han sido destronados.

En ocasiones, las moscas pueden hacer abandonar algunos territorios a los leones.

La caza

 

Todos los leones cazan, pero en una manada, son ellas las encargadas principales de esta tarea, mientras que los machos se dedican a la protección del territorio. Ver cazar a una leona (o a un león) es algo espectacular.

León comiendo de nocheDe noche, atacan a campo abierto. Sin duda para los leones es mucho más efectivo cazar de noche debido a que hace menos calor. Los leones cuentan con muy pocas glándulas sudoríparas y pronto empiezan a jadear para refrescarse si se esfuerzan demasiado, sincronizando su jadeo con el ritmo de su respiración. Llegan a jadear más de 200 veces por minuto, tomando aire por la boca y sacando la lengua para evaporar sus membranas mucosas. Esto enfría la sangre y reduce la temperatura del cuerpo. Es mucho mejor pues, cazar de noche. Además de no entrar en conflicto con el ganado (que se supone no pasta de noche y está encerrado en sus manyatas). De noche, llegan a cazar especies tan difíciles como impalas y gacelas de Grant, que no suelen cazar por el día.

Los leones se cansan pronto y no pueden mantener durante mucho tiempo la velocidad en la persecución, que puede alcanzar los 60 kilómetros por hora. Por eso, en la caza, suelen actuar al acecho. Tienen una salida incontenible. De este modo, los animales más rápidos que él en carrera franca apenas tienen tiempo de reaccionar cuando se meten en su terreno. También pueden cazar al rececho. Las manchas negras del dorso de sus orejas servirán a las leonas para localizarse unas a otras entre las hierbas en el caso de los recechos conjuntos (según la opinión de algunos naturalistas).

Los leones matan a sus presas con un mordisco profundo que engloba la tráquea el esófago y buena parte del paquete vascular del cuello para estrangular a sus presas, generalmente en cinco o diez minutos. A veces se rompen la columna cervical en la caída con la leona mordiendo su garganta. En otras ocasiones las leonas muerden a sus presas (que flexiona en su cuello para protegerse) en el hocico y le producen la muerte por sofocación.

En las praderas abiertas los leones solo tienen éxito en cada uno de seis ataques. Normalmente solo cazan a pleno día en los lugares con arbustos y hierbas altas. Cuando hace mucho calor y matan una presa en la sabana, las leonas arrastran la pieza hasta la sombra. Lo primero que hacen es vaciar su paquete intestinal, para aligerar el animal, y beberse el líquido gástrico, para aliviar la sed.

Se calcula que un león mata al año aproximadamente unas 20 presas de gran y mediano tamaño. Una manada pequeña de seis o siete leones caza una media de dos veces por semana, pero son capaces de ayunar más de 10 días. Por otro lado, en una jornada, cinco leones pueden consumir una cebra de 270 kilos. De hecho, un león puede consumir hasta un cuarto de su peso corporal de una sola vez.

Los leones son depredadores versátiles, en particular si se considera su gran tamaño.  Como animales sociales, además, muchas veces las leonas viejas sobreviven gracias a la habilidad en la caza de las más jóvenes. 

Un león hambriento cazará casi cualquier cosa, desde reptiles, aves, liebres, crías de gacelas y hasta animales tan grandes como jirafas e incluso elefantes jóvenes. Se dice que a los leones no los gusta la carne de los antílopes de agua, pero no dudan en cazarlos cuando tienen hambre.

Como todos los carnívoros, también los leones comen hierbas con cierta frecuencia, pero no arrancándolas en las praderas como los perros, sino en el estómago de sus víctimas.

 

El ritual del apareamiento 

 

Respuesta Flehmen de un leónCuando una leona entra en celo, ruge con un timbre especial para llamar al macho y orina frecuentemente a lo largo y ancho del territorio. Los machos investigarán la situación olfateando el suelo donde ha orinado una leona y luego levantando la cabeza y haciendo una mueca, frunciendo la nariz y el labio superior para exhibir sus enormes caninos, casi como si estuvieran gruñendo pero sin emitir ningún sonido. A esta reacción se la llama Flehmen. Es común verlo en antílopes, búfalos, cebras y jirafas. Ocurre en la mayoría de los mamíferos excepto en los marinos y los humanos. Los animales que presentan la reacción del Flehmen tienen pequeños orificios en el paladar, justo detrás de los dientes frontales. Son las aperturas de un órgano olfativo conocido como órgano de Jacobson o vomeronasal, que contiene abundantes células sensoriales, cuya función es analizar las feromonas o moléculas de olor. A parte de verificar si la hembra está en celo, los felinos tienen la reacción de Flehmen siempre que se topan con un olor novedoso.

Aunque alguna vez vemos a leonas jóvenes  apareándose a los tres años, rara vez conciben hasta alrededor de los cuatro. Cuando una leona se embaraza por primera vez no es extraño que pierda sus crías. De hecho, la primera vez que una hembra entra en celo todavía no está lista para ovular, para que esto ocurra necesita aparearse. Esta es una característica que comparten toda la familia de los felinos. Es un proceso llamado ovulación inducida. Las hembras siguen pariendo cachorros la mayor parte de su vida adulta. 

Los machos tienden a erguirse cuando tratan de impresionar a un rival o cortejar a una hembra en celo, poniéndose de costado y dando vueltas más o menos como un cangrejo alrededor del objeto de sus alardes. Además, una gran melena hace que un macho se vea más grande y más intimidante (una melena oscura tiende a destacar más), lo que suele ser otra forma de atraer a las hembras. De hecho, un estudio mostró que las hembras suelen preferir aparearse con machos de melena grande, presumiblemente porque una buena melena vuelve a un macho más imponente y probablemente indica que posee buenos genes.

No es raro que una hembra se aparee con más de un macho durante su ciclo de celo. Los compañeros de coalición tienden a mantenerse en las inmediaciones de la pareja, aunque se aseguran de no acercarse demasiado para no incitar una riña. Cuando un macho está custodiando a una hembra en celo no puede permitir que otro león se acerque a ella. Sin embargo, una vez concluido el apareamiento, los machos siguen su camino en vez de quedarse y defender a las leonas y a sus futuros descendientes (aunque en ocasiones podemos ver a machos siempre cerca de las “guarderías”, como contaremos más adelante).

Leones copulandoLa cópula de los leones es muy curiosa. Es breve pero muy ardiente. El pene de un felino macho está cubierto de espinas que van a contrapelo de la punta, y estas asperezas pueden tener alguna función para estimular la ovulación. Tal vez sea la razón por la que las hembras reaccionan agresivamente cuando el macho finaliza la cópula.

El apareamiento puede durar hasta cinco o seis días, en las que la pareja copula de promedio una vez cada 20 minutos. Dependiendo del momento en el que se encuentren, esto puede darse incluso más frecuentemente. La frecuencia es tal que el primer macho puede perder el interés alrededor del cuarto día, luego de haber copulado cientos de veces, lo que le da a otro macho la oportunidad de aparearse con la misma hembra. Esto ayuda a evitar que haya demasiada competencia entre los machos de la manada. Además, si uno ellos (si solo hay dos) sabe quién concibió a los cachorros que nacieron, ambos dedicarían un empeño considerable a protegerlos (aunque al final es un solo macho el que suele engendrar a toda la camada).

En ocasiones la hembra elige al macho con el que se va a aparear. Si una hembra no quiere aparearse con un macho, simplemente se puede echar y rechazarlo agresivamente cuando se le acerque. En otras ocasiones, la leona no deja de desplazarse hasta encontrar el macho que ella quiere.

Se pueden necesitar hasta 1.500 cópulas para lograr un embarazo. En promedio, uno de cada cinco periodos de celo da como resultado del nacimiento de cachorros, pero si la hembra no queda embarazada, vuelve a entrar en celo alrededor de dos o tres semanas.

Aunque las coaliciones más grandes de machos tienen el mayor número de hijos sobrevivientes, parece que solo unos cuantos machos, a veces solo uno, son los padres de la mayoría de los cachorros.

Las leonas no volverán a entrar en celo hasta que los cachorros no se independizan (aproximadamente a los dos años). Además, lo curioso es que suele haber una sincronización de los partos. La sincronización de los partos está destinada a la formación de guarderías. 

Por otro lado, las leonas que pierden a los cachorros por la invasión de la manada por otros machos, pueden copular con ellos, pero no concebirán hasta que pasen tres meses de la muerte de los cachorros. Así se garantizan que los nuevos machos están asentados en la manada. 

 

Los adorables cachorros

 

La leona con un embarazo acusado se ve incómoda e inquieta hacia el final del embarazo. Se vuelve más reservada y empieza aislarse de la manada mientras busca un lugar para parir. De hecho, si sigue siendo miembro de su manada natal, es posible que elija el lugar exacto en el que ella nació. Tras una gestación de 105 a 112 días vendrán al mundo los pequeños cachorros. 

Los leones recién nacidos son diminutos, de orejas pequeñas, pelaje grueso y suave y con los ojos bien cerrados. Normalmente la camada se compone de 2 a 5 cachorros. Apenas pesan más de 1,5 kg. Abren los ojos a más tardar en 10 días y los dientes de leche les salen aproximadamente a las tres semanas, cuando ya caminan, aunque tambaleándose. Al mes ya logran correr.

Son muchos los peligros para los cachorros: las mangostas, la serpiente pitón, las águilas marciales, los chacales, las hienas y los leopardos son solo unos cuantos de los depredadores que matan cachorros y se los comen si los encuentran; y los leones nómadas representan un peligro tan grande como cualquier otro. La única defensa de los cachorros consiste en mantenerse silenciosamente ocultos. Como defensa, si se les molesta los cachorros emiten bufidos explosivos que podrían asustar incluso disuadir a un depredador pequeño.

Para evitar que el olor se concentre, las leonas lamen la región anogenital de sus cachorros estimulándolos a orinar o defecar en el momento justo para limpiarlos después. Además, las leonas cambian a los cachorros de vez en cuando a un nuevo sitio, a veces a solo unos metros de la guarida anterior. Trasladan a los cachorros de uno en uno, cargándoles con su boca. El resto de la camada espera escondida. Una leona sorprendida en campo abierto con sus crías pequeñas por ejemplo, bien podría encontrar difícil defenderlos. Al principio los cachorros tratarán de refugiarse bajo ella, pero los amedrentadores chillidos y chasquidos de un grupo de hienas fácilmente podrían hacerlos entrar en pánico y dispersarlos, lo que permitirá a las hienas atraparles uno por uno.

Además, los cachorros tienen otros enemigos ocultos. Las terribles hormigas guerreras nómadas pueden devorarles literalmente si sus madres no los cambian rápidamente de sitio. Otros grandes enemigas son las moscas chupadoras de sangre (Stomoxys calcitrans), que pueden transmitir enfermedades de unos animales a otro.

La vida del pequeño león es dura. Durante el primer año la mortalidad de los cachorros es del 50% y en el segundo año desciende al 25%. Después la mortalidad es muy baja, aunque es cierto que en épocas de escasez pueden llegar a morir el 90% de los cachorros. Entre los cachorros supervivientes se encontrarán los líderes del mañana. Además, mientras se conserve el territorio y haya hembras cazadoras y reproductoras, habrá nuevos cachorros que perpetuarán la especie.

 

La bienvenida a la manada

 

Al pasar tiempo a solas, la madre y los cachorros se graban su olor y su voz. Esto es importante para asegurar que los cachorros sepan exactamente quién es su madre cuando se enfrenten al ajetreo y bullicio, al principio confusos de formar parte de una masa de cachorros y adultos, en particular cuando hay comida en juego. Un llamado suave de la madre, repetido según sea necesario, incita a sus cachorros a permanecer cerca de ella. 

Normalmente los cachorros se integran a la manada cuando tienen de 6 a 8 semanas, pero a veces la madre los puede sacar antes u otros miembros de la manada pueden encontrar a la leona y sus crías y empezar a interactuar.

Los movimientos de sus crías, su voz, su ronroneo, actúan como inhibidores de lo que podríamos llamar el instinto carnívoro. De aquí que las adorables actitudes infantiles de todos los cachorros del mundo. Sus tiernas llamadas y sus blandos movimientos están destinados en parte a aplacar el buen apetito o la agresividad de sus progenitores, dándose a conocer como verdaderos hijos suyos.

Los machos de la manada plantean problemas especiales para algunas leonas con crías pequeñas. De hecho, es totalmente comprensible que una leona cuyas anteriores crías fueron víctimas de los nuevos leones de la manada se muestre cauta a la hora de permitir que esos mismos machos se acerquen a sus cachorros (hijos de ellos) hasta asegurarse de que sus intenciones no son amenazadoras.

León con su cachorroLas crías pequeñas muestran una mezcla de cautela y curiosidad cuando conocen a sus compañeros de manada. Al cabo de más o menos una semana, los cachorros empiezan a retozar con otros cachorros más grandes o a volverse unos traviesos y morder la cola de los adultos. En ese sentido, algunos machos demuestran una tolerancia increíble con las travesuras de sus retoños, otros son menos complacientes y les ponen un alto a los cachorros rechazándolos con una de sus enormes patas delanteras, gruñendo para enseñarles sus colmillos y mordiéndoles, pero no con suficiente fuerza para lastimarlos. No obstante, es notorio lo considerados que son los machos a menudo, haciendo de la guardería  en el núcleo de su sitio de descanso durante el día. Se trata de una precaución sensata.

El amamamiento comunitario no es tan caprichoso como podría parecer. El hecho de que esta actitud, en el caso de los leones, parezca lógica y racional no debe hacernos olvidar que resulta sumamente raro en todo el reino animal desviar los recursos propios para ayudar a criar a los descendientes de otros individuos. La mayor parte de los animales no hacen nada semejante, y la selección natural actuaría en su contra si lo hiciesen. Resulta fundamental que los receptores de ayuda (ya sea esta, leche, comida o protección) sean parientes que comparten genes procedentes de un antepasado común para que la evolución, por medio de la selección familiar, favorezca este comportamiento de ayuda.

Leones mamandoLas leonas de una manada pueden ser madres, abuelas, tías y hermanas. Dos hermanas están emparentadas en un 50 %, igual que una madre y su hija, puesto que ambas han recibido una mitad tomada al azar de la dotación genética de cada uno de sus padres.

Una leona que da de mamar a un cachorro de su hermana estará haciendo lo mismo que la abuela descrita anteriormente; es decir, aumentando las posibilidades de que ese cachorro, con el que comparte un 25% de los genes, sobreviva hasta la próxima generación. La selección natural consiste en favorecer aquellos genes que, a causa de sus efectos, aumentan su frecuencia en las generaciones siguientes. La parte de la selección natural que actúa a través de las relaciones de parentesco distintas a la paterno-filial recibe el nombre de selección familiar. Es muy probable que este tipo de selección haya desempeñado, y lo haga aún, un importante papel en la evolución de la organización social de los leones.

Las leonas reconocen a sus crías y en general son más tolerantes cuando se trata de amamantarlas a ellas. Si los cachorros más grandes tratan de mamar de una leona que no es su madre se arriesgan a sufrir un firme rechazo.

El hecho de que cada dos o tres años lleguen machos nuevos que desbanquen a los machos residentes incide en este proceso, pues además de matar a todos los cachorros pequeños, los machos también expulsan a todos los subadultos y no solo a los machos jóvenes: las hembras subadultas todavía no están listas para apararse y pueden competir por el alimento con los cachorros que pudieran engendrar los nuevos machos.

 

El aprendizaje de la caza

 

A partir de los tres meses los cachorros empiezan a acompañar a las leonas en sus cacerías. Cuando ella entra en acción ellos se aplastan sobre el pasto a observar y después participan en el festín.

Una vez conseguida la presa, los adultos comen antes que los cachorros. Si los machos dominantes no se apoderasen de la mejor parte de las presas hasta saciarse, su debilitamiento permitiría la invasión de su feudo por parte de otros machos con trágicas consecuencias para la manada. Y si las leonas dieran las presas a sus numerosos y famélicos cachorros, perderían fuerzas y no podrían cazar, por lo que morían todos de hambre. Al final, la naturaleza vela  más por los intereses del grupo que por los del individuo.

Quizás por esa razón las leonas no incorporan a sus retoños al grupo de caza hasta que son lo suficientemente fuertes para soportar la ley de la fuerza. Se sabe de machos adultos que han matado cachorros sobre la presa que compartían.

Al año de edad los jóvenes comienzan a tomar parte activa en las cacerías, ya a los 15 meses hacen sus primeras matanzas. A los dos años son ya expertos cazadores, en el seno del grupo. Y, a los tres, los machos jóvenes se ven obligados a emprender vida propia.

La vida del león no es nada fácil. Aunque pueda parecer el animal más fuerte de la sabana, desde que nace le acechan peligros. Si tienen suerte, tendrán una vida intensa y llegarán al esplendor a los nueve o diez años. Probablemente menos del 10% de los machos viven más de 12 años. De hecho, la mayoría de los viejos machos mueren a manos de las hienas. En cambio, las hembras viven hasta 15 años.

(Esta publicación se basa en los estudios de Félix Rodríguez de la Fuente, George Schaller, Judit Rudnai y Jonathan Scott. Muchas de sus conclusiones las he podido constatar durante los años que llevo recorriendo las sabanas africanas y contrastando información con mi gran amigo Jorge Alesanco.)